Milica comenzó su viaje a China en septiembre de 2016 y ahora es una de las participantes más veteranas del programa. Con base en Taizhou, en la provincia de Zhejiang, inicialmente planeó quedarse seis meses, pero tras enamorarse de la experiencia, decidió ampliar su estancia otros seis.
Esto es lo que nos contó sobre su estancia en China:
Este mes se cumplen seis meses desde que llegué a China y, sinceramente, nada ha sido igual desde entonces. La llegada en sí fue estresante, no porque ocurriera algo malo, sino porque volaba al otro lado del mundo a un lugar donde no conocía a nadie ni sabía qué tipo de acogida me darían.
En el momento en que aterrizas, te das cuenta: tu vida acaba de cambiar. En casa, pasas desapercibido. Aquí, de repente, eres una atracción andante: alta, pálida y, aparentemente, ¡material para el matrimonio! Llegan ofertas -algunas serias, otras desternillantes- de abuelas, tías y transeúntes curiosos.
Su familia de acogida la acogió calurosamente, y dice que adaptarse a la vida con ellos fue sorprendentemente fácil.
Las diferencias culturales no eran tan dramáticas. De hecho, valoramos muchas cosas por igual. Lo único que me chocó fue lo ocupados que están los niños. Me di cuenta de que en China los niños suelen tener más responsabilidades que los adultos: la escuela, los deberes, las actividades extraescolares, etcétera.
En cuanto a la barrera lingüística, Milica ha hecho verdaderos progresos.
Mi chino ha mejorado mucho, sobre todo la pronunciación. Intento hablar todo lo que puedo. Empecé en una clase en grupo con otras tres chicas, pero abandonaron, así que tuve suerte y ahora tengo clases individuales con un profesor.
¿Y sus planes?
Cuando acabe este año, me encantaría encontrar la manera de quedarme otro. La vida aquí es más fácil. La gente nos ve a los europeos como algo especial, y son realmente amables y acogedores.
La aventura de Milica dista mucho de haber terminado, pero una cosa está clara: China ha dejado una huella permanente en su vida.