Nuestra participante en el intercambio cultural, Anđelija, que está terminando su estancia de un mes, nos escribe desde Mollerussa, capital de la comarca del Pla d'Urgell, en la provincia de Lleida, Cataluña.
Desde que llegué a España, no han parado de ocurrir cosas divertidas, por eso he tardado en sentarme por fin a compartir mi experiencia.
La familia con la que me alojé es encantadora. Vamos juntos a menudo y los días pasan volando. Tienen dos hijos: un niño de cuatro años y una niña de ocho. La zona es preciosa y ya me he acostumbrado al entorno.
Por supuesto, al principio todo resultaba un poco extraño. Cuando aterricé, no tenía ni idea de dónde me metía. Había hecho un curso de español en Belgrado, pero sorpresa, aquí todo el mundo habla catalán (que sigo sin entender 😂). Por suerte, la familia y los vecinos me hablan en español (o castellano), así que eso ya no es un gran problema.
Esta experiencia ha sido increíble, pero es útil prepararse con antelación. En esta región, nadie habla inglés, así que cuando voy a la tienda, confío en los gestos con las manos y las expresiones faciales. La primera vez que entré en un mercado, ¡pensé que me iba a morir de la confusión! Empecé a hablar en inglés y el hombre que estaba detrás del mostrador me miró atónito mientras me respondía en catalán. Entonces me di cuenta de que lo único que tenía que hacer era mantener la calma, sonreír y explicar -en español- que soy turista y no entiendo catalán.
Las cosas han sido mucho más fáciles desde entonces. Estoy mejorando mi español, explorando todo lo que puedo y, lo mejor de todo, estoy conociendo a mucha gente amable y generosa.
A cualquiera que todavía esté indeciso sobre unirse a este programa:
Deje atrás sus miedos. Es una experiencia que te acompañará el resto de tu vida.